10 11'^ ADMINISTRACIÓN EL SEÑOR LBIS EL WM DESPACHO DE lIltYOS FRESCOS SAINETE LÍRICO EN UN ACTO, U PROSA Y TERSO ORIGI.N'AL DE DON RICARDO DE LA VEGA MUSICA DEL f MAESTRO BARBIERI SEGUNDA EDICION MADRIÜ C£D ACEBOS, Kt M. 4, SEGUNDO EL SEÑOR LUIS EL TUMBON DESPACHO DE HUEVOS FRESCOS Esta obra es propiedad de su autor, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España y sus posesiones de Ultramar, ni en los países con los cuales haya celebrados ó se celebren en adelante tratados internacionales de propiedad literaria. El autor se reserva el derecho de traducción. Los comisionados de la Administración Lírico-dra- mática de DON EDUARDO HIDALGO, son los encar- gados exclusivamente de conceder ó negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de pro- piedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. EL SEÑOR luís EL TUMBON ó DESPACHO OE HUEVOS FRESCOS S41KETE LIRICO EN ÜN ACTO, U PROSA Y YERSO ORIGINAL DE DON RICARDO DE LA VEGA MÚSICA DEL MAESTRO BARBIERI Estrenado en el TEATRO DE APOLO la noche del 6 de Mayo de 1891 SEGUNDA EDICIÓN MADRID VEI ASCO, IMPRESOR, RUBIO, 20 1894: REPARTO PERSONAJES ACTOEES EL SEÑOR LUIS (el Tumbón) Sr. Mesejo (D. J.). CANDELAS (su mujer) Srta. Alba (D.* L ). NIEVES (su sobrina) Campos (D.* L.). LA ABUELA Alba (D. I.). EL TÍO CRISPÍN. . , . Sr. Rodríguez. LEOPOLDO Mesejo (D. E.). DOÑA CATITA Sra. Vidal. DON NICOMEDES Sr. Ruesga. DON MELITÓN Alba. FERNANDO Jerez. CLARA Srta. Mesejo. SAGRARIO Campos (D.* A.X SOCORRO Rodríguez. GUARDIA MUNICIPAL ) EL TRAPERO '''''' MICAELA Srta. Salvador. VALENTINA Corona. MOZA 1.* Pasalodos. IDEM 2 * Valls. CRIADA DE SERVIR García. MANOLO (chulo decente) Sr. Castro. CHICO 1° Pardo. IDEM 2/* Martín. JUANITO (niño de cinco años) N. N. ANGELITO (niño de diez) N. N. VENDEDOR DE ALELUYAS. Estellés. GUARDIA DE ORDEN PÚBLICO . . Montes. Vendedores j vendedoras^ guardiaSj pueblo ACTO ÜNICO Una calle ancha que termina en una plaza donde hay un mercado, A la izquierda, dando frente al público, la huevería del señor Luis, con puerta grande que da á la calle. Se ven canastas dd huevos y en las paredes hay unas alacenas ó armarios con puer- tecillas de enrejado donde están las gallinas, los pollos y otra» aves. En el fondo de la tienda hay un banco largo donde apa- rece tumbado á la bartola el señor Luis. Candelas y Nieves apa- recen cada una sentada en una silla baja, pelando una gallina que acaban de matar. La casa es de humilde aspecto y tiene balco- nes practicables que dan, uno frente al público, y los demás á la calle. Aparece sentada á la puerta de la huevería, haciendo cal- ceta, la Abuelay vieja setentona de muy mal genio, A la derecha casa grande con un balcón practicable que da frente al público, y otro corrido, practicable también, que da á la calle. Debajo del balcón que da al público hay un cobertizo que sirve de tien- decilla al tío Crispíñ, zapatero remendón, el cual aparece senta- do en una silla sin respaldo, trabajando al lado de una mesita donde guarda los útiles de su oficio, (es un hombre de unos cua- renta años, bromista y muy guasón.) Todos los balcones de lag casas aparecen colgados con más ó menos lujo, porque va á pasar por allí la procesión del Dios grande. ESCENA PRIMERA EL SEÑOR LUIS, CANDELAS, NIEVES, LA ABUELA, EL TÍO CRIS- PÍN, verduleras, vendedores que pregonan sus mercancías, Guardia» municipales y de Orden público mezclados con la muchedumbre Música INTRODUCCIÓN Vends. ¡Naranjas! jCaoiuesas! — [Qué ricas! ¡qué ricas! 677541 — jA dos perras grandes! — ¡A tres perras chicasl — ¡Lechuga! jEscarolal — ¡Patatas! ¡Guisantes! — ¡Espárragos finos!... — ¡Guindillas picantes!... — ¡Sardinas arenques! —¡Al buen calamar! — ¡Aquí, Menegildas! — ¡Venid á comprar! — ¡Mirad qué barato lo voy todo á dar! — ¡Aquí, Menegildas! — ¡Venid á comprar! GüAR. Gritad lo que queráis, hasta echar el pulmón; pero á ver si calláis cuando se acerque la procesión. Vends. El señor Alguacil tiene mucha razón, y nadie gritará cuando prencipie la procesión. Trap. ¿Hay trapo y hierro viejo que vender?... ¡Trapero! Vend. ¡Aleluyas finas, aleluyas, con la vida de don Perlimpím! Vends. ¡Peces vivos del Jarama, peces! — ¡Alcachofas finas de jardín! Vend. ¡Aleluyas finas, aleluyas, con la vida de Napoleón! Vends. ¡A peseta los pañuelos finos! — ¡Lleve usté pastillas de jabón! Vend. ¡Aleluyas, finas, aleluyas! ¡Que vá á pasar Dios! ¡Aleluyas! (Esta voz se repite por varios vendedores. Doña Cft- tita se asoma al balcón de su casa, que da frente al público, y llama al vendedor de aleluyas.) Cai\ ¡Vendedor, vendedor! ¡Haga usted el favor de subirme una mano por la puerta interior! — 7 — Vend. y qne va usté á llevar una historia del Cid, como no se ha pintado otra igual en Madrid. (e1 vendedor entra en casa de doña Catlta. El seQor Crispín, trabajando, se dirige á la Abuela, burlándose de ella y desesperándola.) HaMado, con música Cris. ¡Abuela!... (pausa.) ¡Abuela! Abuela ¡Cuerno!... (cargada.) Cris. ¡Abuela!... ¿Cuánto tiempo hace...?¿Cuánto? Abuela jVaya usted enhora mala... desvergonzado!... ¡Remendón!... Cris. ¡Y qué remiendos sé yo echar, abuela!... ¡Ay, abuela!... Abuela ¡Ay que maldito de cocer de hombre!... ¡Y todos los días lo mismo! Cris. ¿Quiere usted que le heche unas palas, abuela? Abuela ¡Que le echen á usted á palos es lo que yo quiero!... (Muy cargada. Candelas, sin levantarse de la silla, se dirige á la Abuela y á Crispín.) Can. ¡Vamos, tía; vamos... señor Crispín! ¡Todos los días lo mismo!,., (a su marido.) Luis... Luis ¿Qué?... (sin levantarse del banco.) Can. ¿No oyes, hombre? Anda, levántate y dile algo al señor Crispín... Luis (Bostezando, pero sin levantarse.) ¡VccinO, Vecino! ¡Vamos, hombre, vamos! Can. Eso es. No te muevas, que te pueden dar ca- lambres... Uf, que sangre tan refrita tengo, y tú que... Dios me perdone, que iba á decir una barbaridad! Luís ¡No te encandiles. Candelas, no te encandi- les! (Con mucha calma.) Can. (a Nieves.) Anda, tú. ¿qué haces ahí parada? Pela y calla.. Nie. ¡Si esto}^ pelando! Can. La pava es lo que te gusta á tí pelar. NiE. ¿A mí? Can. ¡Cállate! (Rápido.) . Nie. ¡Ya me callo! (siguen pelando la gallina.) CANCIÓN Cris. Me divierto con las viejas porque son de cordobán; una piel que nadie gasta para botas de montar. A las jóvenes les hago zapatitos de charol, y les echo si se rompen, medias suelas y tacón. ¡Ah, Crispín! jAh, bribón! ¡Zapatero remendón! ¡Galopín! ¡Con razón tienes fama de guasón! Zapatero, cerotero, mete la lezna en el agujero. Matasiete me llamaban en el barrio de Amaniel, por matar con la correa siete moscas de una vez. Y otra vez un polizonte me llevó á la prevención, por pinchar á una real moza con la lezna de punzón. [Ah, Crispín! ¡Ah, bribón! ¡Zapatero remendón! ¡Galopín! ' ¡Con razón tienes fama de guasón! (sigue trabajando.) Can, (a Nieves.) Sube á limpiar el cuarto, mulle bien los colchones, y pon con alfilpres las colchas nuevas en los balcones, y bájate en seguida; que antes que pase la procesión — 9 — tengo yo que ir al puesto de la plazuela de San Antón. (Nieres se va dentro, y Candelas sale á la calle y so acerca á Criispín.) Oiga usted, maestro. Cris. ¿Qué hay, señd Candela? Can. No sea usted posma, deje usté á la abuela. Cris. Yo hablo con la abuela, y eso bien se vé, porque usted no quiere que hable con usté. Can. Ya habla usted conmigo más de lo que es justo. Cris. Es porque al hablarla siento mucho gusto. Can. Pues si mi marido no fuera un tumbón, ya huhiamos tenido más de una cuestión. Cris. Pues si su marido es un pelagatos, busque usté otras hormas para sus zapatos. Yo las tengo nuevas. Can. Guárdelas usté. Cris. Yo se las regalo con el tirapié. Can, Yo no soy zapatera, ni me hace falta; me basta con la hacienda que tengo en casa. Ya lo sabe usté. Conque no viene á cuento lo del tirapié. Cris. Si usted quiere, vecina, ser zapatera, yo le enseño el oficio cuando usted quiera. Y ha de ver usté, ^ 10 — como hace usté zapatos con el tirapié. Can. . Basta ya, maestro, que me falta usté, con el tiray tira, tira, tirapié. Cris. ¡Hágame usted caso! No se enfade usté, con el tira, tira, , tira, tirapié. Hablado Can. Tía Mariquita, métase usted en casa que hace fresco. Cris. ¿Se va usted, mi vida? Can. (con sorna.) Me voy, mi alma. Abuela ¡Por no ver al tío ese, me iría yo á los in- fiernos! Cris. ¡Ay, abuela! ¡Abuela! Abuela ¡Vaya usted á hacer zapatos! (Entra en la hue- vería.) Cris. ¡Yo le hago á usted unos zapatos de charol hasta allí! Can. Se agradece. Cris. ¡Y á su marido de usted unas botas de piel de cabra, que ya, ya! Can. Necesita usted mucho material para todo eso. Cfis. Todo el que haga falta. Can. y yo estoy ahora bien de calzado. Cris. Mejor lo estaría usted si yo la tomara me- dida. Can. ¡Cal ¿No ve usted que si yo le diera el pié se tomaría usted la mano? Cris. ¡Ya lo creo que me la tomaría! Can. y la mano se la di yo á mi marido hace mucho tiempo. Cris. Y el pié también. Can. Pues es natural. Cris. Ya lo creo que es natural; como que es de carne y hueso. Can. Vaya, vaya, hasta luego, vecino; que á usted si le dejan hablar... — 11 - Cris. Vaya usted con Dios, vecina; pero oiga usted. Can. ¿Qué? Cris, Que hay cosas que están escritas allá arriba. Can. ¿y qué cosas con esas? Cris. Nada; que usted y yo acabaremos por en- tendernos. Can. Puede; pero me parece que no. (Entra en la huevería.) Cris. ¡Si tuviera yo tan segura la lotería!... (se sienta á trabajar.) Can. ¿Luis? (Llamándole.) Luis ¿Q^^ie hay? (Bostezando.) Can. Que voy á salir para volver antes que pase la procesión. Luis Bueno. Can. y que la chica está aviando arriba, y que se queda sola con la abuela. Luis Bueno. Can. ¡y que te levantes de ahí con mil pares de condenados! ¡Uy, caracoles, y qué bien han hecho en ponerte de mote el Tumhónl ¡Tum- bón y más que tumbón! Lris ¡Vamos, mujer, ya estoy levantado! (Levan- tándose del banco ) ¿Y qué más hay?... Can. Hay, que cuando yo no estoy en casa, toda anda como Dios quiere. Que si estás tú solo en la huevería no se despacha. Que la ha- cienda se va si seguimos así; y que tú, que eres el amo de la hacienda , no tienes ha- cienda. Eso es lo que hay. Luis ¡Pero qué cosas dices, mujer!... ¡Bien te cua- (ira el nombre de Candelas! A lo mejor te enciendes, y puf! Can. En cambio tu sobrina se llama Nieves, y en vez de enfriarse... (3'a!... ¡ya!... Y si no, pre- gúntaselo al señorito de enfrente , que no la deja ni de día ni de noche; sino que como tú no ves nada, porque no eres más que un pedazo de carne con ojos, por eso. Y como ese señorito no puede ser que ande detrás de la muchacha para nada bueno, por eso. Luis ¡Bah! ¡Cosas de jóvenes! Can. ¿Cosas de jóvenes?... Pues mira, Luis; el — Ii2 — mejor día agarro á tu sobrina y la envío con 8U padre; que no tengo yo necesidad de an- dar hecha un azacán detrás de la muchacha como si fuera su madre; y si ella se deja zarandear de cualquiera, que la zarandeen allá en su pueblo; que lo que es en mi casa, no. Y ya hemos hablado bastante. Abúr, que es tarde y tengo prisa. Luis Anda con Dios, mujer, anda con Dios, y él te dé lo que más necesites. Can. y á tí lo que te hace falta. (Sale de la huevería y se va por la caUe arriba hasta que desaparece, Crispín la habla al pasar.) Cris. ¿Se va usted á otro puesto, vecina? Can. Sí, señor; ¿quería usted algo? (oe mal humor.) Cris. Nada; por allí nos veremos. Can. (i Otro que tal!... |Si una no quisiera ser honrada!...) (vase) ESCENA II liUIS sale con mucha calma de la huevería y acercándose á la tien- •decilla del tío CRISPÍN se sienta á charlar con él. En el balcón de esta casa que da frente al público, aparece á su tiempo LEOPOLDO, vestido para salir á la calle. En el balcón que da frente al público •encima de la huevería, aparece también á su tiempo NIEVES, que dsaca una colcha y la pone de colgadura. Nieves y Leopoldo se hacen gestos de balcón á balcón. Luis ¡Lo que le gusta exploticar á mi mujer!... ¡Mire usted ahora!... ¡Que si el hijo de doña Catita,que es una buena señora, y de don Ni- comedes, que es un buen señor, corteja á mi sobrina porque es guapa!... ¿Qué culpa tie- ne la muchacha de ser guapa? ¡Ni qué culpa tiene el hijo de doña Catita de que le gusten las mxuchachas guapas!... ¡Ni qué culpa tengo yo de que no me importe que el hijo de doña Catita corteje á mi sobrina porque es gua- pa!... Ni qué culpa tiene mi sobrina de que le guste el hijo de doña Catita, si también es joven y también es guapo... ¡Nadal ¡Cosas de mi mujer!... (saie á la caiie.) ¡Hola, vecino!... — 43 — Cris. ¡Hola, vecino! Luis ¿Ha dejado usted ya á la abuela? Cris. (Riendo.) ¡Pobrecillal ¡Si es que me gusta ha- cerla rabiar 1... Luis Pero mi mujer se pone hecha un demonio... Cris. ¡Sí; la parienta tiene su geniecillol... Luís ¡Ya, ya! ¿Y qué se cuenta? (sentándose.) Cris. Se cuenta... se cuenta poco dinero. (Trabajan- do.) Es decir, yo cuento poco; usted contará, mucho. Luis Para ir tirando. Cris. ¿Tirando? No, pues á mi no me gana usted á tirar. Mire usted si tiro. (Trabajando.) Luís ¡Anda! ¡Y mi mujer dice que tiro la casa- por la ventana! ¿Y todo, por qué?... ¡Porque soy algo cachazudo!... ¡y porque me gusta, dormir! ¡Y por eso me llaman el tumbónE (Bostezando.) Miisica perezosa Yo nací en Extremadura, provincia de Badajoz. Cris. ¡Buena tierra de chorizosi Luis ¡Y qué bien los hago yo! el tío Rico es mi pariente. Cris. Más famoso que el jabón de los príncipes del Congo. Luis Eso mismo digo yo. Pues nací por la mañana antes de salir el sol, el año cincuenta y uno, el día de Ja Ascensión. Cris. Yo nací el cincuenta y cuatro > es usted mayor que yo. Luís Pues ha de saber usted que mi esposa, que es atroz, porque tiene un geniecito como no se han visto dos... Cris. Pero tiene una boquita como no la he visto yo. Luis Pero no la cierra nunca, y habla más que un. sangrador. - 44 — Pues se empeña en que ese joven que se asoma á este balcón para ver á mi sobrina... Cris. jQue es bonita como un sol! Luis ¡Pero, á usted le gustan todas, zapatero remendón! (Riendo y en tono de broma.) Cris. Las solteras sí me gustan: las casadas, no, señor. Luis Pues se empeña en que ese joven — y á eso digo yo que no — hace gestos á la chica porque lleva otra intención. Y porque la digo «¡Candelas, por Dios!... Deja que la muchacha tenga algún rato de distracción,» ¡me llama pelele! ¡me llama melón! y hace que en este barrio me digan todos ¡Luis el tumbón! ^ Cris. ¡Cosas de las mujeres! (Pero la tuya tiene razón.) (Leopoldo y Nieves cada uno en su balcón.) Leop. ¡Nieves! NiE. ¡Leopoldo! Leop. ¿Qué haces al balcón? líiE. Pongo las colgaduras; que luego pasa la ¡procesión. Leop. ¿Dónde está tu tío? NiE. Mira dónde está. (señalando donde está Luis con Crispín.) Leop. ¿Dónde está tu tía? NiE. Luego volverá. Leop. ¿Dónde está la abuela? NiE. Anda por ahí. (por dentro.) . Leop. ¿Conque estás ahí sola? NiE. Sola estoy aquí. Leop. Déjame que pase. NiE. j Ay, no puede ser! — 15 — Porque está la abuela que no nos puede ver. Leop. Mira el otro día cómo no nos vió. NlE. Pero al poco rato me lo conoció. Ljis Yo no sé qué empeño (a crispín.^ tiene mi mujer en decir que el chico va de mala fe. Cris. Es una manía. Luis Eso digo yo. Cris. No la haga usted caso. Luis Tiene usted razón. Leop. Abreme el postigo de la callejuela. NiE. ¿Pero, no te digo que está allí la abuela? Leop. Hago un atropello si se emberrinchina. La retuerzo el cuello como á una gallina. NiE. Deja ese capricho, porque no te escucho. Leop. ¿Pero, no me has dicho que me quieres mucho? NiE. íVaya si te quierol Leop. Nadie lo diría. NiE. Baja, y j^o te espero en la huevería. Leop. En la huevería entra mucha gente, y me aburriría soberanamente. Nte. Pues cuando mi abuela baje á despachar, por la callejuela me podrás hablar. Leop. Por la callejuela ya me satisface. Mas si va tu abuela, requiescat in pace. Porque, francamente, ya me va cargando. — 16 Vete, que la gente no3 está mirando. Vete tu primero. Vámonos los dos. ¿Me quieres? Te quiero. Pues, adiós. Adiós. (Se marchan del balcón al mismo tiempo.) Cosas de mujeres. Eso digo yo. Hágase usté el sordo. Tiene usted razón. ESCENA III DICHOS, Bale una CRIADA que va á la compra y entra en la hue- vería. Luego salen dos CHICOS de diez á doce años, llevando cada uno un petardo de caña, para dejarlos en distintos sitios. LUIS y CRISPÍN siguen sentados hablando Halblado Luis ¿Tiene usted ahí El Liberal? Cris. jVaya! Lo leo todas las mañanas, (se lo da á Luis.) Criada ¡A ver! ¿No hay quién despache aquí? ¡Pues está bueno estol Cris. Me parece que hay gente en la tienda, ve- cino. Luis ¿Eh? ¿Quién es?... (Dirigiéndose á la huevería, pero sin levantarse. La Criada sale á la pueíta, j desde allí habla con Luis.) Criada Señor Luis, vamos á ver si me despacha usted que tengo prisa. Luis ¡Ah! ¿Eres tú? ¿No está ahí la abuela? Criada No hay nadie. Luis - ¿Ni la chica tampoco? Criada Tampoco, j Vamos, que me marchol Luis IPero ha visto usted qué holgazanas!... Criada ]Uy, qué sangre tiene usted! Luis ¿Qné quieres? Criada Docena y media; pero que sean frescos. NiE. Leop. NiE. Leop. NiE. Leop. NiE. Cris. Luis Cris. Luis _ 17 Luis Mira, (sin levantarse.) cógelos de la banasta que hay en el rincón. Criada Pero venga usted á escogérmelos. Luis jPues no eres poco comodonal Tómalos de donde te he dicho, que son frescos. Criada ¡Ay, qué pachorra de hombre! (Toma de una banasta docena y media do huevos, y deja el dinero sobre el banco.) Cris. ¿Dónde sirve esta morena? Luís Ahí arriba; en el número 48. Es parroquiana antigua. Criada Ahi le dejo los cuartos. Si quiere, que loa coja, (sale á la calle.) Señor Luis; en el banco he dejado los nueve reales. A ver si se los birlan á usted. Luis Pero tráelos aquí, muchacha. Criada. Es tarde y viene lloviendo. Ahur, (vase eaiie p.rriba.) Luis ¡Eso es! jTodo por no dar cuatro pasos más! Sigue leyendo «El Liberal.») Cris. Hay mucho gandul en este mundo, vecino, (sigue trabajando.— Salen los Chicos.) Chico 1.^ ¡Mecachis, que está ahí el zapatero! Ya no podemos ponerle el petardo debajo de la mesa. Cmco 2.0 ¿Y dónde lo ponemos? Chico l.o Aguarda; en el portal de la casa. Chico 2/> ¡Quita, melón! ¡Si está ahí el portero! (Después de mirar.) Chico 1.0 Pues, entonces... en esa tienda. Mira á ver si hay alguien. ChiCQ 2.0 (se asoma á la huevería.) No hay nadie. Chico l.o Pues verás cómo yo lo pongo. Estate aquí á la mira. Chico 2. o Toma las cerillas. Chico 1,^ Vengan. (Entra en la huevería, y coloca el petardo con la mecha encendida, debajo de una banasta de huevos que hay junto á la puerta que da •■ú interior de Ja tienda.— El Chico 2.** espera en la calle mirando por si viene alguien.) Luis (Leyendo.) Oiga usted, maestro: «Ayer estalló un petardo en el portal de la casa número 56, de la calle de San Ricardo. La detonación se oyó á larga distancia. No hubo desgracias 2 18 - personales, pero se hallan heridos de más ó menos gravedad, un gato, un jilguero y una perrita de aguas, propiedad de los porteros de la casa. Estos no se hallaban en la porte- ría.» ¿Qué tal, eh? Si llegan á estar en la portería, saltan hechos pedazos. Gris. No, vecino; si llegan á estar en la portería, nadie entra á poner el petardo; créalo usted. Luis También tiene usted razón. Chico 1.^ (saliendo.) Ya está; pero tiene la mecha muy larga, y no estalla lo menos en media hora. Chico 2. o Desde la esquina lo veremos. Chico 1.*^ Mira lo que me he encontrado en la hueve- ría. (Enseñándole los cuartos que la Criada dejó sobre el banco.) Chic ) 2.o ;Anda, cuartos!... Chico l.o ¡Vámonos al café! Chico 2.0 ¡Vámonos!... (Vanse ios dos corriendo.) Cris. Vecino, ¿se va usted á estar aquí un ratito? Luis ¿Por qué lo dice usted? Cris. Porque voy á llevar este par de botas á un parroquiano que vive ahí cerca, y como no está el chico... Luis Vaya usted donde quiera, que yo cuido del puesto, y desde aquí veo si ocurre algo en casa. Cris. Eso es. (Y yo de camino veo á tu mujer, que me gusta más que tú.) Pues, hasta luego. Luis Hasta luego. Y haga usted lo que tenga que hacer con calma, que yo no me muevo de aquí. Cris. Gracias, vecino. (jAh, borregol) (vaee por ei foro. Luis sigue sentado y leyendo el periódico.) — 19 - ESCENA IV DICHO, LEOPOLDO, en traje elegante de mañana; sale de su casa, y se detiene un momento mirando á la huevería. DOÑA CATITA sale al balcón que da frente al público. Es una señora de cincuenta años, que habla acompasadamente en tono sentencioso y autorita- rio. Viste á la moda, pero de negro; usa anteojos dorados qne le dan á su cara un aspecto poco común entre mujeres . Luego aparece en el mismo balcón DON NICOMEDES, sn marido. Es un señor de setenta años, sabio ateneísta. Habla por el estilo de su mujen pero tiene mejor carácter y á veces es algo zumbón. Se presenta con bata y gorro y usa también anteojos dorados. Va muy afeitado; de modo que su cara y la de su mujer se parecen mucho CaT. ¡Leopoldo! (Llamándole.) Leop. ¡Mamá! Cat. ¿Dónde vas, hijo? Leop. (¡Me pilló! ¡Si la suerte no me ampara!) Iba á ver si encontraba á Luis Clavijo, antes de que pasara la procesión. Cat. ¿Pero 3^ tu prima Clara, que va á venir con dos amigas suyas? Leop. Ya lo sé. Oat. ¿y no te alegras? Leop. Sí, muchísimo. Cat. He comprado unos pliegos de aleluyas para que se los echen al Santísimo. ¿Y cómo no te has puesto la levita y el sombrero de copa? Leop. Mamá, porque esa ropa se lleva para hacer una visita y este traje es el traje de mañana. Cat. Sí, para ir á la fuente Castellana ó á correr por el Prado en bicicleta, ó á tomar chocolate en el Retiro. Ya sé que esa es la moda y no me admiro. Pero ese no es el traje de etiqueta para estar con nosotros al balcón cuando pase el Dios grande en procesión. Leop. Basta, mamá; tu voluntad acato, y siempre haré lo que tu voz me mande. A vestirme vendré dentro de un rato, para no quedar mal con el Dios grande. Anda, y no tomes sol. Como no hay toldo para esta procesión. . . No te acalores, j Ah, y cómprale á tu prima algunas floresE Bueno, mamá; hasta luego. Adiós, Leopoldo, Buenos días. (Saln dando á Luis.) Felices, señorito. (Leopoldo saluda á Luis y al marcharse se detiene uih momenlo mirando á la huevería. Luego se va por eL foro.) ¡Habla con el huBA^ero! ¡Dios bendito! ¿Irá tras la muchacha todavía? ¿Cuándo se cerrará la huevería? (Saliendo al balcón.) jOh, mi querida esposa! jCarauaba, y qué mañana tan hermosa! (Mirando al cielo.) Casi estoy por salir, y así me ahorro de recibir visitas importunas. ¿Por qué estás, Nicomedes, en ayunas, y sales al balcón de bata y gorro? Porque este traje es cómodo, Catita. Pues tienes que ponerte la levita, porque va á venir gente y así no estás decente. Y si has de ver la procesión que hoy sale..^ Me han dicho que es muy poco lo que vale.- ¿Cómo? jSi es el Dios grande! ¡Ah, rectificoL ¡Creí que el que salía era el Dios chico! ¡Dios es Dios! (ron tono zumbón.) Y Mahoma SU profeta. ¿Ya saliste con una cuchufleta? íso te enfades, Catita, no te enfades. Eras mas dulce allá en tus mocedades. Escucha, Nicomedes. Tú vives encerrado entre cuatro paredes. Sólo vas desde casa al Ateneo, y eso debes saber que está muy feo^ — "21 — Nic. ¿El ir al Ateneo es cosa fea? «Cat. No comprendes mi idea. No es que yo me resista á que seas un buen ateneísta; pero no sabes lo que pasa en casa, y es preciso que sepas lo que pasa. Nicomedes, nuestro hijo Leopoldo se ha olvidado del brillo de su cuna, y á mí ya no me cabe duda alguna de que tiene á su prima en poca estima, y que no ha de casarse con su prima. Nic, ¡Hombre, hombre, qué demonio! ¿No quiere con su prima el matrimonio? Cat. Sé que de ella se mofa, por aquel defectillo, que no es mengua, pero que la hace hablar con media lengua. Y á cambio de una niña rica y noble persigue á una mujer de baja estofa. Nuestro hijo tiene el corazón de roble. ¡A una mujer del pueblo! ¿Estará loco? ¡A una mujer del pueblo! Nic. ¡Pocoápocol Una mujer del pueblo, si es honrada, aunque no tenga nada, puede hacer venturoso al más apático. Oat. ¡Ya salió tu criterio democrático! ¿Conque una muchachuela que se pasa la vida en la plazuela entre chulas y chulos, y entre recuas de muías y de mulos, salpicada de lodo, se puede comparar de ningún modo, por muy bien que se porte, con una señorita de la corte? Nic. Sí, mi amada Catita. Se compara con una señorita la muchacha del pueblo, si es humilde, y dice la verdad sin hacer dengues. Cat. ¡Hombre, esto sí que tiene pelendengues! ¿Conque es decir que su conducta apruebas? ¡Y que á tanto te atrevas! Nic Ni la debo aprobar, ni la reprocho, Cat. De tanto cavilar te has vuelto chocho. Nic. Proclamo una verdad de gran calibre. — 22 — El hombre es hombre, y el amor es libre Cat. ¿Pues sabes, Nicomedes, quién es la que aprisiona entre sus redes á tu hijo y heredero? Nic. No lo sé. Cat. ¡La sobrina del hueverol Nic. ¿Hombre, hombre, esa muchacha? ¿Y se sabe si tiene alguna tacha? Cat, ¿Pues qué más tacha quieres? La que tiene esa clase de mujeres. ¿Y tú tendrás valor de Ter á un hijo, á quien podrás querer, pero no mucho, víctima de los planes picarescos de una mujer que vive en un tenducho^ despachando gallina y huevos frescos? Nía El no ha de descender hasta la tienda. Ella será en tal caso la que ascienda. Cat. ¡Subirse una plebeya á mis alturas! Vaya, voy á poner las colgaduras. Nicomedes, te admiro y te venero, pero siempre serás un majadero. (Se retira del balcón.) Nic. Anda con Dios, mujer, y él te ilumine.. Iremos á vestirnos de levita, que hoy tiene mal humor doña Catita y se pone colérica y nerviosa. ¡Caramba y qué mañana tan hermosa! (Mirando al cielo.) • El astro sol que alumbra nuestra esfera,, ya. llega á la mitad de su carrera, casi á la simple vista se conoce que cuando llegue allí serán las doce. (^Se relira cfel balcón.) Luis Siento así en el estómago algo así... como... vamos, como si tuviera necesidad de tomar alguna cosa... y es que me faltan los buñoli- tos y la copita de aguardiente de todas las - mañanas. Los tomaré ahí en la tienda de la esquina. (Se levanta muy despacio, y antes de- üiarcharse entra en la huevería; abre la puerta que da al interior y Uama desde allí.) jAbucla! |NÍeves! ¡Vamos, que está la tienda sola!... ¡Cuidado- con la cachaza que tienen estas mujeres! Están viendo que uno está ocupado y nada. — 23 - |Lo mismo les da por lo que va que por lo que viene! (Sale de la huevería y se va poco á poco.) ESCENA V LEOPOLDO que dobla la esquina y mira con precaución si hay al- guien en los balcones de su casa. Viendo que no hay nadie y que tampoco está Luis en la tiendecilla de Crispln, entra en la huevería. Luego la ABUELA Leop. Es imposible entrar por la callejuela. ¡Nada, á Roma por todo! Entro por aquí, subo, y aunque sea en la buhardilla me escondo hasta que la abuela baje y nos deje solos arriba. ¡Si mamá me viera!... ¡Y mi prima Clara!... ¡Ea, valor! (Va á abrir la puerta que da al interior para subir al cuarto, cuando la puerta se abre de repente y aparece la Abuela. Leopoldo queda cubierto por la misma puerta que se abre hacia fue- ra, pero al retroceder asustado cae sobre una banasta de huevos que hay detrás de él, h-aciéndolos una tor- tilla y poniéndose el traje perdido. La Abuela, sin no- tar nada, atraviesa la huevería y sale á la calle á lla- mar á Luis. Leopoldo se levanta y no sabe qué hacer.) Abuela jLuis! (Llamándole.) ¿Dónde estará ese gandul? Leop. ¡A}^ mis pantalones nuevos! {Y todo el traje manchado! jClaro está! ¡Si he espachurrado una banasta de huevos! ¡Dios mío! hasta que me mude de ropa, ¿qué voy á hacer? ¡Ay, la vieja va á volver!... ¡Arriba y que Dios me ayude! (Sube al cuarto por la puerta interior. En este momen- to Nieves se asoma al balcón de frente al público para mirar si Leopoldo está en el suyo. La Abuela entra otra vez en la huevería. Luego da una voz á Nieves para que baje, y entre tanto arregla la tienda sin no- tar la banasta espachurrada.) Asuela ¡Nada! ¡Se ha ido de paseo con ese tío re- mendón!... ¡Maldita sea su estampa! ¡Como yo fuera su mujer, ya, ya! ¡Tendré que pei- narme aquí para no dejar la tienda sola! ESCENA VI LEOPOLDO, que sorprende á NIEVES en el balcón. Ella dá un grito y él se pone de rodillas. DOÑA CATITA aparece luego en el suyo y mira á todos lados. La ABUELA Leop. jNievesl -NiE. jAy! Lkop. |No grites, por Dios! NiE. ¿Por dónde has subido? Leop. ¡Por la huevería! ¡Maldita sea la hueveríal NiE. ¡Vete, que va á subir mi abuela! Leop. ¡Imposible! ¡Mira cómo me he puesto! (Ense- ñándola el traje manchado ) NiE. ¡Virgen Santísima! ¿Qué has ido á hacer? Leop. ¡A empollar, como las gallinas! NiE ¡Vete! Leop. ¿Cómo salgo así á la calle? Abuela (Llamando.) ¡Nieves! NiE. ¡Ay, mi abuela! Abuela Bajá á peinarme, que no se puede dejar la tienda sola. NiE. ¿Oyes?... (Gritando para que la oiga.) ¡Voj^ abue- iita! ¡Escóndete en la buhardilla! Leop. ¿Y qué hago con estar en la buhardilla?... Nte. ¡Ay, si mi tía viniera ahora!... ¡Voy, abuelital (Desaparece del balcón dejando en él á Leopoldo.) Leop. ¿Cómo me presento así á mi mamá, que ya está escamada con la huevera?... ¿Habrá al- guien en el balcón de mi casa?... (Mira con precaución y ve á doña Catita asomada: él procura que no le vea.) ¡Justo! ¡Allí está mi mamá! Cat. ¡Mucho tarda mi Leopoldo! ¿Será capaz de no venir á ponerse la ropa negra en un día como hoy? ¿Se habrá dado cita con la so- brina del huevero?... ¡Oh, los jóvenes mo- dernos! Leop. ¡Estoy frito! ¡Digo, todavía no! ¡Pero estoy para que me echen en la sartén! (Nieves sale á la huevería por la puerta que da al interior; lleva una toalla y unos peines Leopoldo se retira del bal- cón, y luego entreabre la puerta de la huevería y ha- bla con Nieves sin verlo la Abuela.) — 25 — WiE. jAquí estoy, abuelital (¡Dios mío, qué miedo tengo!) Abuela Anda, desenrédame el pelo. El bueno de tu tío sabe Dios dónde estará. ¡Tumbón, más que tumbón! NiE. Siéntese usted aquí. (Pone una sUla baja junto á la puerta queda á la calle.) Abuí.la jNo, mujer! ¿Quieres que me vea todo el que pasa? .. Pon la silla ahí, junto á la otra puerta. (Nieves temblando, pone la silla junto á la puerta interior. La Abuela se sienta; Nieves le pone la toalla sobre los hombros y empieza á peinarla.) Nte. (¡Si no se sube á la buhardilla, estamos per- didos!) CANCIÓN NiE. Súbete á la buhardilla Morrongo mío, que allí está Zapaquilda dando suspiros, y correrás con ella por el tejado contento, relamido, y almibarado. jZape, Morrongo! ¡Sube ligero! ¡Zapirón revoltoso! ¡Zaragatero! Abuela ¡Ay, qué tirones! ¡Ay, qué meneos! ¡Esto es lo que se llama tomarme el pelo! Malblado NíE. ¡Ay!... (Dando un grito al ver á Leopoldo que se acerca.) Abuela ¿Qué es eso, muchacha?... NiE. ¡Es el gato, abuelita, que me da cada susto!... Abuela Tendrá hambre: ahora le daré la cordilla. Leop. (¿a mí cordilla, tía Marizápalos?) 26 — Música NiE. No te eches en la cama de la abiielita, que le vas á dar celos á Zapaqiiilda; ni busques golosinas en el- armario, ni te metas en bromas con el canario. Con Zapaquilda jugarás luego. Verás cómo con ella te gusta el juego. AaüELA ¡Ay, qué tirones! ¡Ay, qué meneos! jEsto es lo que se llama tomarme el pelo! (Durante la oanciÓD. Leopoldo ha estado haciendo gestos á Nieves, y tirándole del vestido. Esta, asun- tada, da lirones á la Abuela mientras la peina.) Hablado Abuela ¡Bueno está, hija, bueno está! Préndeme unas horquillas y Dios te pague el dolor de cabeza que me has levantado, NiE. ¡Ay, abueiita, cuánto lo siento! Abuela Voy arriba a refrescarme un poco. Estate al cuidado mientras vuelvo. Nie. jxlbuelita, si arriba hace mucho calor! ¡No suba usted!... (^Deteniéndola.) Abuela ¡Déjame en paz, chiquilla! ¿Qué te metes tú? ¡Estate aquí te digo! Nie. (¡Virgen de la Paloma!) ¡Zape, Morrongo, zape!. . ¡Vete á la buhardilla, vamos!... (Ha- ciendo como si espantara al gato. Leopoldo desapare- ce por la put rta interior, y la Abuela lo mismo. Nie- ves se queda en la huevería agitada y temblando, y unas veces sale á la puerta de la calle, y otras se acerca á la interior por ver si oye algo. Doña Catita se mete dentro y aparece en seguida en el balcón co- rrido. Luego sale al balcón de frente al público don — . 27 — Nicomedes, vestido de levita negra. Asómase á la "buhardilla que hay en el tejado de la casa de Luis, Leopoldo, pálido y descompuesto y queriendo mirar á la calle.) ESCENA VII DICHOS, DON MELITÓN, SAGRARIO, SOCORRO, CLARA, JUANITO, ANÓ^ELITO y FERNANDO. D. Melitón y Clara (padre é hija) ha- blan á media lengua. Juanito y Angelito salen vestidos para ir en la procesión; el primero, de San Juan, con su borreguito, y el segundo, de Angel exterminador, con alas, casco y espada. Son también hijos de don Melitón. Sagrario y Socorro son dos pollas del dia, amigas de Clara. Fernando es un sietemesino que hace el amor á Clara. Luego aparecen VALENTINA y MICAELA, vendedoras de flores, claveles, rosas, etc., que andan por el mercado pregonando Mel. Vamos que son las diez y media y á las once sale la procesión. Míe. Claveles, señorita; mire iisted qué claveles... Val. Lleve usted claveles, señorita, tómemelos usted. Míe. ¡Quítate de ahí! Val. ¡No me da la gana! (Las dos vendedoras, empu- jándose, ofrecen sus claveles á las señoritas. Estas se- los compran luego á la Valentina.) Clara ¡Qué claveles tan hermosos! ¡Hola, ya esta- mos aquí! Cat. Mehtón, ya pensé que no venías Mel. Primero que se han vestido los niños y que se ha vestido ésta, (por ciara.) han pasado más de dos horas. Cat. ¡Están hermosísimos! Mel. Juanito, de San Juan, y Angelito de Angel exterminador. Cat, ¡Van á dar golpe! (Angelito, que es «l mismo diablo, se ha separado un momento de los demás, y se ha acercado á la tieudecilla de Crispín, y con la es- pada que lleva se entretiene en dar estocadas á la sill£t baja donde Crispín se sienta para trabajar. Luego coge una lezna de punzón que hay sobre la mesita, y des-^ pués de dar la puntilla, deja clavada la lezna en el 28 — asiento por la parte de abajo, con la intención de que la persona que se siente en la silla, se clave la punta de la lezna.) Fer. ¿Qué claveles le gustan á usted más, Clarita? Clara Los que á usted le gusten, esos me gustan á mí. Fer. (j Bendita seas!) (^A sagrario y Socorro.) ¿Y a us- tedes? Sag. a mí estos. SOC. Y á mí también, (señalando á los de Valentina.) Míe. ¿Y qué tiene usted que pedir á estos clave- les? (Enseñándolos con empeño y rabia.) Val. Lo que tienen que pedir es que te quites de ahí. Fer. Otro día se los compraremos á usted, (a la Micaela ) Val. Si los claveles de ésta están ya estrujados, como su cara. Míe. (Retirándose.) ¡Maldita Sea!... jTe has de acor- dar de mí! Clara ¡Ay, pero no se incomode usted, Fernando! |Sí, sí; no se incomode usted por nosotras. Val. Si no se incomoda, señoritas. Fer. ¡Pues no faltaba más! (compra los claveles y los reparte entre las tres. Bajo á Clara.) DigO, á nO SCr que usted prefiera que se los compre su pri- mo Leopoldo. Clara ¡Cá! Si ya sabe usted que mi primo me carga. Fer. ¿Da veras? ¿Y yo? Clara Usted no me carga. Fer. Pero dicen que se van ustedes á casar. Clara Eso quisiera él, pero... ¡cá!... \Limpiatey que estás de huevol Mel. Vamos, niñas, arriba. Y vosotros, niños, con- migo á la parroquia. NiC. (En el balcón. ) ¡Hola, hola, buena gentel ¿Qué hacéis parados ahí? ¿No subís? Mel, Suben las chicas. A éstos me los llevo á la procesión. Nic. ¡Bravo, bravo! ¿Y de qué van vestidos? Mel. De San Juan, y de Angel exterminador. Nic. [Hombre, hombre, magnífico! ¡El Angel ex- — 29 — terminador! jEs una ngara bíblica muy sim- pática! jEl Angel exterminador! Mel. Vaya, hasta luego. NiC. ¡Adiós, hermosos, adiós! (Melitón se lleva á los niños, y Clara, Sagrario, Socorro y Fernando entran en la casa y luego salen á los brJcones. Clara y Fer- nando se asoman al que da frente al público, y don ISiconiedes se mete dentro. Leopoldo se asoma á la- bubardilia.) Leop. ¡Ahora si que^soy un gato de veras!... ¡Tengo- que andar por los tejados! ESCENA VIII DICHOS y el TÍO CRiSPÍN, que viene por el foro. Las vendedoras; de claveles se pasean^ mirándose con rabia Cris. ¡Valiente bofetada me ha largado la señora Candelas! ¡Baena ha sido, buena! La verdad es que yo me propasé un poquillo... ¡Pero, qué demonio; ya se ablandará!... ¡Calla, no está aquí el huevero! Y me dijo que cuida- rla del puesto. Gracias á que í)or aquí no hay mala gente. (Guarda en la mesita los instru- mentos, sin echar de menos la lezna que está clavada, en la silla.) Míc. Oye, Valentina Val. Oigo, Micaela. Míe. ¿A tí no te han dicho nunca las cuatro ver- dades del barquero? Val. Pues, mira, si me las han dicho no me acuerdo, (con mucba sorna ) Míe. ¿Y si te las dijera yo? Val. Pero, ¿tú tienes lengua para eso? Míe, ¡Ajajay!... ¿Que si tengo lengua? ¡Y manosi Mira, te las voy á decir con los dedos. Eres esto y esto y esto y esto, las cuatro. ¿Te has enterado? (contando con ei Índice de la mano dcre- derecha, cuatro dedos de la izquierda ) Val. Pues, mira, no me he enterado. Yelay tú. Cris. (Estas acaban por zurrarse.^ Míe. ¿Me compras una bofetada? Val. ¿Cuánto quieres por ella? — 30 - Míe. Nada: tómala de balde, (se tira á ella y le da una bofetada. Se agarran las dos y luchan. La gente se arremolina y forma corro, jaleándolas y divirtiéndoso en yer cómo sé pegan. El tío Crispín sé ríe y lag achucha. Pegándose, arañándose y forcejeando, acaban por meterse en la huevería, y allí caen las dos sobre una banasta de huevos que hay junto á la puerta. Risa general. Luego acuden un guardia de orden público y otro municipal que las sacan de la huevería á empe- llones.) Música CoR(D ¡Olé ya! ¡Bueno va! ¡Estas son mozas de calida! ¡Pero, cá! ¡No habrá 7idl ¡La sangre al río no llegará! Cris. ¡Anda tú! ¡Bueno va! ¡No te acoquines! ¡Cómetela! ¡Eso es! ¡Olé ya! ¡Anda con ella! ¡Já, já, já, já! Coro ¡Anda con ella! ;Já, já, já, já! CaT. (En el balcón. Hablando.) ¡Oh, qué CSCándalo de mujeres! ¿Pero dónde está la pareja? Guardias (cantando.) ¡Alto! ¡Basta! ¡Silencio! ¡A la prevención! ¡Han enfrengiclo ustedes la Constitución! En domicilio ajeno no se puede entrar, sin tener un premiso de la autoridad. Coro ¡Esta es la más mala! (señalando á una.) ¡Esta es la peor! (ídem á la otra.) — 3t Guardias ¡Todas son lo mismo! ¡A la prevención! (Las dos Vendedoras, ya separadas en la calle, quieren volver á las manos Los Guardias las sujetan á viva fuerza.) [Eh, demonios! ¡Quietas! ¡A la prevención! Coro ¡A la prevención! ¡A la prevención! (Los Guardias se las llevan á empujones entre risas y silbidos. Algunos curiosos las siguen. El tío Crispín, muerto de risa, se deja caer en la silla baja que le sirve para trabajar, y se clava la lezna que dejó puesta el Angel exterminador.) Cris. ¡A};^, caracoles! ¿Qué es esto? (Dando un grito y llevándose las manos á la parte he- rida. Luego examina la silla y saca la lezna.) ESCENA IX DICHOS, la ABUELA y NIEVES salen á Ja huevería por la puerta interior. LUIS viene por el foro con mucha calma. LEOPOLDO se asoma otra vez á la buhardilla. Todos los demás siguen al balcón HaMado Luis Pero vamos á ver, vecino, ¿qué ha pasado aquí? (a Crispín.) Cris. ¡Déjeme usted en paz, vecino! ¿Quién habrá sido el grandísimo ladrón?... NiE. ¡Ay, Virgen Santa, que estropicio! ^ Abuela ¿Pero qué ha sido esto, señor? (viendo las ba- nastas deshechas.) Luis (Entrando en la huevería.) ¡Anda, anda, anda! ¡Pues sabe usté, Abuela, que me puedo yo fiar de usted y de mi sobrina! NiE. ¡Tío, yo no sé cómo ha sido esto! Abuela ¿Lo ves, indina? ¡Si te hubieras estado aquí, , como yo te dije!... ¿A qué has ido á la buhar- dilla? ¡Te voy á matar! (Yéndose á ella.) NiE. ¡Abuelita, por Dios! Luis ¡Ea, bueno, basta! Después de todo, unas - 32 — cuantas docenas de huevos espachurrados no importan nada. Abuela ¿No importan nada? ¡Jesús qué demonio de hombre, y qué sangre de horchata tiene! ¡Entre todos me quitáis la vida! ¡No quiera veros! ¡Así reventéis, condenados! NiE. ¿Dónde va usted, abueUta? Abuela ¡A los infiernos! (vase.) NiE. ¡Pero los infiernos están abajo, abuelita!.,. (¡Ay, si sube á la buhardilla!.. ) Luis En cuanto venga tu tía y vea esto, ¡buena se va á poner, y buenosnos va á poner!... Anda, súbete con tu abuela, que yo me quedo aquí y procuraré parar el primer golpe! NiE. ¡Sí, tío, sí! ¡Tiene usted razón! (vase por la puerta interior.) Cat. ¿Qué dices ahora de las mujeres del pueblo,. Nicomedes?... ¿Qué te ha parecido el escán- dalo? Nic. ¡Bah! ¡Meros accidentes de localidad^ como di- jo el filósofo! Cat. ¡Detestable filosofía! (luís, después de examinar las banastas muy despacio, er-ciende un cigarro y se- tumba en el banco. Clara y Fernando están en el bal- cón de frente ai público, hablando muy expresivos.) Leop. [Si sube la vieja, la estrello y que me lleven á la cárcel! Cris. ¡Como 3^0 cogiera al que me ha puesto la lezna en la silla, le había de echar una re- monta de tapas y medias suelas, que ja, ya! ¿Pero, quién habrá sido, señor, quién habrá sido? Níc. ¡El x\ngel exterminador va á dejar chico ^al ^ Dios grande! ¡Ya verán ustedes!... ¡Oh, el An> gel exterminador!... Leop. Desde aquí se ve uno de los balcones de mi casa. Allí están mi prinm Clara y mi aniigo- Kernando. ¡Aborrezco á mi prima Clara! ¡Estoy harto de Clara y... de yema! Fer. ¡De veras, Clarita! ¿A quién quiere usted más? f^^A su primo, ó á mí? Clara A mi ]3rimo, le quiero como primo; pero pa- ra novio ine cai'ga. Fer. ¿y yo?... — 33 — Clara Usted no me carga Fer. ¡Idolo de mi vida! ¡Clara de mi alma! ¡Esta mano ha de ser mía por encima del mundo entero! (Besándola la mano repelidas veces.) Clara ¡Hombre, por Dios, que estamos al balcón! Fer. ¡Aunque estuviéramos en medio de la calle! (sigue besándola.) Clara Pero, ¿qué saca usted con besarme la mano? Fer. Un placer no comparable con otro alguno. Clara ¡Basta! ¡Mire usted que me meto dentro! Fer. ¡y yo tan'ibién! Leop. ¡Bueno, bueno, bueno! ¡Mi amigo Fernando despachándose á su gusto con mi prima!... ¡Qué placer! ¡Anda con ella! ¡No tengas mie- do! (Leopoldo los ha visto desde la buhardilla.) ESCENA X' BICHOS; CANDELAS, lás MOZAS 1.^ y 2.^ y MANOLO, el Chulo; ellas y él vienen majos para ver la procesión Can. ¡Cuando les digo á ustedes que no tengo convidados!... A mi no me gusta convidar á nadie. Estaremos solos viendo pasar la pro- cesión. Moza 1.a Pero, señora Candelas, si nosotras podemos verla en la calle... Moza 2.a ¿A qué se va usted á molestar? Can. ¡Pero, hijas, vaya una molestia! Man. Mire usted, señora Candelas: usted tiene que tener todo lo que tiene una persona que tiene mayormente, y esto es un decir, cono- cimientos, y amigas, y que tiene que cum- plir con ellas. Estas pueden ver la procesión en la calle tan ricamente, y si las aprietan, que las aprieten, que en estas solenidades hay que pasar por todo; y si se le& echa en- cima la Guardia civil, ¿qué se le ha de ha- cer?... Que aguanten la carga y hasta otra. Can. Vaya, Manolo, ¿quiere usted dejarme más fea de lo que soy? Man. No es eso, señora Candelas; y estas saben muy bien el carater y las circustancias de las 3 u ^ Can. MüZA 1.a Moza 2.'^ Can. Luis Mozas y Man. Luis Man. Can. Mozas Man. Luis Can. Luis Can. Luis Can. cosas; y bien lo saben estas: y las cosaB Unás veces son las mismas y otras veces no son las mismas. Vaya, menos conversación y arriba. j Basta, Manolo, basta! ¡Mira que si te dan cuerda!... Lo agradecemos, señora Cnndelas, y por mi parte, vamos arriba. (Enlnm todos en \a hue- vería.) No están más que mi sobrina y la abuela. ¡Luis! (r.iamáiidoie.) (¡Jesús, qué demonio de ilOmbrel (e1 se sienta en el banco, pero sin acabar de levantarse.) [Mira, que hay aquí unos amigos! jHola, hola, bien venidos sean! ¿Cómo están ustedes? |Bien, ¿y Usted, señor Luis? Pues aquí, como siempre, cuidando de la hacienda. Así deben ser los hombres. Suban ustedes, que arriba está fresco y ven- tilado, y se verá bien la procesión. Gracias, señora Candelas. Con su permiso, señor Luis. Vayan ustedes con Dios. Aquí están ustedes en su casa. (Les hace entrar per la puerta interior, y ella se queda en la hueveiía.) ¡Eso de que tú no te has de mover del banco aunque se hunda la casa, ya, ya! .. ¡Ay, Vir- gen ^Santísima del Carmen, ¿pero qué es esto? jQué ha sucedido aquí! (viendo las banas- tas espachurradas.) Pues ahí tienes, lo que ha sucedido. Si yo no me hubiera movido del banco, no habría pasado nada de lo que estás viendo. ¿Qué dices, hombre de Dios? Digo, que en diez minutos que he faltado de la huevería por hacer un favor al tío Crispín, han entrado dos chulapas zurrándose la ba- dana y han dejado las banastas en tal estado. ¿Vés cómo yo no debo moverme del banco ni salir de la tienda ¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡Y qué maldicdón me -~ 85 - ha caído con este hombre! ¿Pero, de qué sir- ves entonces, condenado? ¿Pero es que te has propuesto quitarme la vida?... (casí lloran- do de rabia.) ¿Pero es que quieres que yo te enseñe por la fuerza á cumplir con tu obli- gación? jPues mira cómo te enseño! ¡Toma, toma, toma, toma, toma y toma! (Le da imos cuantos meneos y pescozones; él agacha la cabeza y hace como si fuera á enfadarse, pero no se enfada.) Luis ¡Candelas, Candelas, Candelas! ¡Ea, no pe- gues tan fuerte, caramba, que haces daño!... ¡Pues hombre, está esto gracioso! Can. ¿y es eso todo lo que se te ocurre? Luis Lo que se me ocurre es que te aguanto por- que eres mi mujer! ¡Que como fueras otra!... Can. ¡Ay, Dios mío, qué hombre! ¡Qué hombre!... ¡Digo qué hombre!... ¡Qué cosas digo yo tam- bién!... ¡Mira, si no ñiera porque hay convi- dados arriba y no quiero dar un escándalo, te habías de acordar de mí! ¡Dios me perdo- ne, Dios me perdone y Dios me perdone! (Vase furiosa por la puerta inierior. Luego sale al balcón con los demás.) Luis ¡Si estoy en el banco, porque estoy en el banco! ¡Si estoy en la calle, porque estoy en la calle! ¡No sabe uno cómo acertar!... Pues, ahora me da la gana de estar en la calle. (Sale de la huevería.) Cris. Vecino, ¿estaba usted regañando con su pa- rienta? Li is ¡Calle usted, hombre, calle usted! ¡Si se ha puesto hecha una fiera, y todo por nada! En fin, hasta me ha levantado la mano. Cris. Y á mí también,.. Luis ¿Cómo? Cris. Digo, que á mí también mi mujer me solía levantar la mano. Luis ¡Y ya ve usted!... ¡Si á uno le pinchan!... Cris. ¡Claro! Si á uno le pinchan, se tiene que aguantar, como me aguanto yo. (Nótase movi- miento de gente que anuncia Ja venida de la procesión. Luis y Crispín se acercan á la esquina para verla. Todo el mundo sale á los balcones.) - 36 - ESCENA XI BICHOS; DOÑA CATITA habla con CLARA en el balcón del frente, LEOPOLDO en la buhardilla Una voz V^OCES Cat. Clara Todos jYa viene la procesión! ¡Ya viene, ya viene! (¡Al fin no ha venido mi Leopoldo! ¿Dónde estará?) Clarita; se conoce que tu primo ha tenido que hacer. Dispénsale, hija mía. ¡No importa, tía, no importa! (oyese la música militar que acompaña la procesión y que se va acer- cando poco á poco. Los Vendedores de aleluyas gritan como al principio. Un grupo de chiquillos se sitúa debajode los balcones de doña Catita. Esta, y los demás arrojan cestos de aleluyas, que los chiquillos cogen empujándose y pisoteándose. De otros balcones caen también aleluyas y estampas. Empieza á salir la pro- cesión. Rompe la marcha un piquete de la Guardia civil de á caballo Luego la Cruz vestida entre dos Monaguillos con ciriales. Luego los estandartes y pen- dones. Luego, y en dos filas, los asilados; y en el cen- tro varios niños y niñas, vestidos con el traje de la primera comunión. Entre estos van San Juanito y el Angel exterrainador, cogidos de la mano de don Meli- tón. Luego viene la banda del Hospicio tocando una marcha. De repente y cuando la procesión va sin in- cidente alguno, estalla en la hueveria el petardo que pusieron los chicos detrás de la puerta interior. La detonación es espantosa. Saltan hechas pedazos las alacenas donde estaban guardadas las gallinas, y las banastas de huevos. Prodúcese en la calle una confu- sión horrible. La procesión se deshace y cada uno corre por su lado. Hay gritos, desmayos y caídas. Los Guardias acuden, y linos entran en la huevería y otros procuran calmar á la gente. Candelas, ISieves, las Mo- zas y Manolo bajan precipitadamente. Clara se desma- ya en los brazos de Fernando. Don Melitón con Jua- nito y Angelito, llegan corriendo y se meten en la casa. Los monaguillos los cofrades y todos los de la procesión se salvan en los portales de las casas.) ¡¡¡Ay!!! ~ 37 - Leop. ¡Aquí morimos todos! Cat. ¡Melitón! ¡Los niños! Fer. ¡Clarita! ¡Clarita! GüAR. ¡Calma, señores, calma! ¡No precipitarse! Cat. ¡Pueblo bárbaro! Can. ¡Esto era lo único que nos faltaba! (luís y Crispín entran corriendo en la huevería.) NiE. ¡Pobres de nosotros! Luis ¿Y de esto tengo yo también la culpa? Can. ¿Pues quién, sino tú? Cris. ¡El que ha puesto aquí el petardo es el que me ha puesto á mí la lezna en la silla! Cat. ¿Qué dices de esto, Nicomedes? Nic. ¡Meros accidentes de localidad! ESCENA ÚLTIMA DICHOS y la ABUELA, que entra en la huevería por la puerta inte- rior dando gritos. Luego LEOPOLDO, y todos los demás que bajan á la calle Abuela ¡Ay, socorro! ¡Socorro! Todos ¿Qué es eso? Abuela ¡En la buhardilla hay un hombre! Can. ¡Guardias, suban ustedes! Luis Ese es el del petardo. Cris. ¡Ese es el de la lezna! Pueblo ¡Matadlo! ¡Que le arrastren! (los guardias sacan á Leopoldo temblando.) NiE. ¡Por Dios!... Todos ¡Já, já, já, já! (Riendo ai ver á Leopoldo.) Can. ¡Ay, y cómo me lo temía! ¡Ah, grandísima bribona! (a Nieves, yéndose á ella: La gente se lo impide. Nieves se arrodilla, Leopoldo quiere defen- derla y los Guardias le sujetan.) NiE. ¡Tía, perdón! Guar. ¿Qué hacía usted en la buhardilla? Leop. ¡Déjenme ustedes respirar un poco! Can. ¡Venga usted conmigo, só pillastre! (cogiendo á Leopoldo de un bra^^o y sacándolo á la calle.) Leop. ¡Vecina, óigame usted!... Can. ¡No hay vecina que valga! (a doña catita que está al balcón.) ¡Señora! ¡Aquí tiene usted á su 38 hijo, que se ha metido en mi casa como mi malhechor, para deshonrar á mi familia! Leop. ¡Eso sí que nol CaT. (Desde el balcón.) ¡Lcopoldo! ¿Qué haS hccho? (Se retira del balcón y baja con todos á la calle.) Luis ¿Y de esto tengo yo también la culpa? Can. ;Caha, Lui&, calla, que te vo}^ á matar! Leop. jSe acabó! ¡Hay que hablar claro! |Yo no me separo de Nieves aunque se me vengan encima todos los despachos de huevos que hay en Madrid! Can. ¡Pues esto no ha de quedar así! Luis El señorito es un caballero y hará lo que que hacen los caballeros. CaT. iHijo! ¡Leopoldo! (saliendo á la calle.) Leo?. ¡Mamá! Cat. ¡Has echado una mancha sobre los timbres de la familia! Leop. ¡Mamá, mira la mancha dónde está: ¡Esto sí que es una mancha! (Enseñando el traje man- chado de buevo.) Can. ¡Mi familia es tan honrada como la de us- ted, señora! Nic. , Hombre, hombre, hombre! ¿Con que tú, Leopoldo?... Leop. ¡Papá, es inútil cuanto me digáis!... Me caso con Nieves... . Nic. Está bien: ¡pero las modernas clases popu- lares!... Cat. ¡Nicomedes, no disertes en la plazuela! ¡Vete al Ateneo! Leopoldo, tu inocente prima, está arriba privada... Leop. Mamá, mi prima no se priva de nada; y si no, preguntáseio á Fernando. NiE. Señora, soy honrada, y bien lo sabe su hijo de usted. Leop. Y por eso la quiero yo. Cat. ¡Basta! — ¡Leopoldo, eres hijo de tu padre pero mío no! Todos ¿Cómo?... Leop. ¡Mamá! (Asombrado ) Nic. Hombre, hombre, ¿cómo puede ser eso?... — Que nos lo diga el Angel exterminador. ¡Qué hermoso está!... _ 30 íMeL. ¡Hoy ha nacido este ángel! ¡Por poco me lo espachurran!... Cris. Yo también he nacido hoy; porque si la lezna es un poco más larga... Luis Y en resumidas cuentas, ¿qué ha pasado aquí? Pues nada: que los chicos se casarán y todos tan contentos. Can. ¿Pero oyen ustedes esto? ¡Se acabó! i Yo no puedo vivir así! Desde ahora mismo tú te vas por tu lado y yo por el mío. Todos ¡Señora Candelas!... Can. ¡Nada, nada! Adiós Luis: dejo la tienda y me marcho á mi país. Esto no es hacienda, Luis: esto es no tener hacienda. Luis Pues si quiéres irte, vete: y ya que tanto te exaltas... (pausa.) Aquí conckiye el saínete; perdonad sus muchas faltas. CAE EL TELON OBRAS DEL MISMO AUTOR JPrasqutlo, zarzuela, en un acto y en prosa, música del maestro Ca- ballero. liOS dos primos^ idem, id. y en verso, Idem, id., id. £1 g;aláti iiicóguito, ídem en tres actos y en verso, mú3ica del maestro Oudi id. , m paciento Job, iJem, en un acto y en prosa, idem, id , id. Cuatro sacristaucis. revista bufo-política, en un acto y en verso. original, música del maestro Aceves. El sobi'luo de mi tío, comedia, en un acto y en verso, arreg'lada del francés. Iln caballero andante^ juguete en un acto y en prosa, arreg^lado del francés. El perro *lel capitán, pasillo cómico, en un acto y en verso, ori« ginal. Providcueias judiciales, saínete, en un acto y en verso, original, I^os baños del llan^anareS) saínete, en un acto y en verso, ori- ginal. A la puerta de la iglesia, saínete, en un acto y en verso, original. I^a muerte de los cuatro sacristanes^ apropósito en un acto, original y en verso, lina jaula de locos^ revista, en un acto, original, en prosa y verso, música del maestro Caballero. Húsica celestial) parodia del drama Ó locura ó santidad, original, en un acto y en verso. Café de la libertad, saínete, original, en un acto y en verso. jA loí* toros! revista taurómaca, original, en dos actos y en verso, múáíca do los maestros Yalverde y Chueca. I